El hormigón es un material fundamental en la construcción desde hace dos mil años, cuando los romanos utilizaban una variante llamada opus caementicium. Su durabilidad, versatilidad y facilidad de transporte lo convierten en un material esencial en grandes infraestructuras como puentes y túneles. Sin embargo, su proceso de fabricación es intensivo en el uso de energía, principalmente en la producción del clínker, uno de sus componentes esenciales.
Para mitigar su impacto ambiental, se están desarrollando nuevas alternativas más sostenibles. Entre ellas se encuentra la sustitución del clínker por materiales como cenizas volantes y escorias, la incorporación de compuestos capaces de absorber dióxido de carbono durante la vida útil del material, y el uso de bioagregados orgánicos para crear hormigones más ligeros y con mejores propiedades térmicas.
En la ciudad de Cádiz, se ha llevado a cabo un proyecto pionero en la construcción de la nueva Terminal de Contenedores del Puerto, utilizando más de cuarenta y ocho mil toneladas de hormigón verde. Este material reduce significativamente las emisiones de CO2 al incorporar escorias de altos hornos, lo que resulta en un hormigón más respetuoso con el medio ambiente, duradero y de bajo mantenimiento.