En el verano de 1912, una empresa noruega de caza de ballenas estableció una base en una de las ubicaciones más remotas y peligrosas del planeta: la isla Decepción, un volcán activo ubicado en las aguas de la Antártida.
Los restos de la estación ballenera, abandonada en 1931, conservan aún los enormes tanques de almacenamiento de aceite de ballena y las calderas utilizadas por los balleneros para extraer aceite de la carne de los cetáceos, que se comercializaba como combustible para lámparas.
En su apogeo, la estación ballenera era el centro neurálgico de la Antártida, pero hoy solo queda un paisaje desolador. El cementerio de los balleneros, que contiene 34 tumbas, fue sepultado por una erupción volcánica en 1969.
Dos cruces solitarias siguen conmemorando la memoria de los noruegos Hans Gulliksen y Peder Knapstad, fallecidos hace un siglo en este remoto lugar. La isla Decepción se caracteriza por condiciones climáticas extremas, con temperaturas que alcanzan valores de -20°C y ráfagas de viento de hasta 160 km/h.
Estas condiciones han llevado a un equipo de astrobiólogos a proponer, en un artículo publicado en el Journal of Astrobiology en febrero, que la isla Decepción se utilice como modelo para buscar posibles lugares con vida en Marte. Según los científicos, liderados por la Dra. Angélica Leal de la Universidad de Alcalá, la interacción entre la actividad volcánica y los glaciares podría proporcionar un hábitat para seres vivos microscópicos.
La investigación, llevada a cabo con el apoyo de la base militar española Gabriel de Castilla, destaca la isla Decepción como un laboratorio natural para estudiar la posible vida extraterrestre en Marte.