El libro «El cerebro en busca de sí mismo» de Benjamin Ehrlich narra la historia de Santiago Ramón y Cajal, el mejor científico español de todos los tiempos, ganador del Nobel de Medicina en 1906. Cajal frecuentaba el Café del Prado, donde se sentaba solo a leer y tomar notas. Un día, el joven Luis Buñuel, quién luego se convertiría en un famoso cineasta, se acercó a él para pedirle que firmara una convocatoria para un banquete. Cajal se negó, lo que no sorprendió a Buñuel, quien años después recordaría la anécdota con simpatía.
En la Residencia de Estudiantes, Buñuel conoció a Salvador Dalí y Federico García Lorca, con quienes compartía su pasión por el arte y la literatura. Los tres artistas se inspiraron en la vanguardia y crearon obras que revolucionarían el arte español. Sin embargo, Cajal no aprobaba la pintura moderna y consideraba que el arte debía representar la realidad con claridad y fidelidad.
A pesar de sus diferencias, el legado de Cajal siguió inspirando a los artistas españoles más importantes del siglo XX. Sus dibujos de neuronas incluso influyeron en el estilo de Dalí y Lorca. La película «Un perro andaluz», escrita por Buñuel y Dalí, incluso contiene una escena que evoca el trabajo de Cajal en su laboratorio.