La guerra en Ucrania, que ya cumple más de tres años, y la incertidumbre generada por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, han transformado la defensa en Europa en una estrategia clave. El aumento del gasto militar y la cooperación entre los países han progresado a diferentes velocidades. Mientras que algunos países del sur y oeste del continente, liderados por España, han demostrado una mayor reluctancia a aumentar drásticamente su gasto en defensa, Polonia, los países nórdicos y los bálticos, que sienten más cercana la amenaza del Kremlin, han avanzado aceleradamente hacia niveles de gasto militar propios de la Guerra Fría.
En la reciente cumbre de la OTAN celebrada en La Haya, los 32 miembros acordaron aumentar el gasto en defensa hasta el 5% del Producto Interior Bruto (PIB) antes de 2035, lo que representa la mayor subida en la historia de la organización transatlántica. Algunos aliados, como Estonia y Lituania, presionaron para que el plazo de cumplimiento del nuevo objetivo, que incluye una cláusula de revisión en 2029, sea menor.
Según Lauri Kuusing, responsable de seguridad y defensa en la representación de Estonia ante la UE, «Europa, en su conjunto, ha invertido muy poco en defensa durante demasiados años». El diplomático estonio argumenta que la primera señal de alarma fue la guerra ruso-georgiana de 2008, que marcó el resurgimiento del ADN imperialista de Rusia. Sin embargo, reconoce que Estonia, Letonia y Lituania no empezaron a redefinir sus políticas de defensa hasta 2014, cuando Rusia se anexionó ilegalmente la península ucraniana de Crimea y estallaron los combates en la región de Donbás.
Para Polonia, Finlandia, Suecia, Dinamarca y Noruega, el punto de inflexión fue el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022. En los últimos tres años, todos los países del norte y este de Europa, con gobiernos de diferente signo político, han elevado drásticamente su gasto en defensa y han expresado su intención de cumplir con el objetivo del 5% antes del plazo fijado.
Jaime Shea, experto militar británico y colaborador del centro de estudios Friends of Europe, destaca la lógica de que sean los aliados más cercanos a Rusia los que lideren el aumento del gasto militar. Sin embargo, Shea apunta que también hay otros factores en juego, como la fuerte conciencia ciudadana y la participación de la sociedad civil en la defensa nacional en estos países.
Steve Blockmans, investigador del Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS), señala que en los países bálticos, la sociedad en su conjunto tiene muy presente el sufrimiento que trajo la ocupación soviética y que muchos de sus habitantes tienen antepasados que fueron deportados y murieron en Siberia. Esto hace que los gobiernos de estos países tengan una mayor legitimidad para explicar a la población la necesidad de invertir más en defensa.
El aumento del gasto en defensa en los países del norte y este de Europa no solo se debe a la cercanía geográfica con Rusia, sino también a la conciencia ciudadana y la colaboración regional en seguridad y defensa. Suecia y Finlandia han abandonado su neutralidad para integrarse en la OTAN, mientras que Dinamarca ha votado a favor de sumarse a la política de defensa de la UE.
El objetivo del 5% del PIB en gasto militar establecido en la cumbre de la OTAN es un compromiso que requiere sacrificios y recortes estructurales en el sector público. Sin embargo, los países del norte y este de Europa están dispuestos a asumir este reto para garantizar su seguridad y defensa en un entorno geopolítico cada vez más complejo.